Seguro te pasó, o te está pasando, o te pasará: algún hombre con pretensiones de galán insiste en tener algo con vos, pese a que lo bochaste repetidas veces y no llegás a entender cómo puede ser tan persistente. Lo primero que debo decirte es que ustedes y nosotros tenemos sensibilidades diferentes. Por eso, se generan cortocircuitos comunicacionales serios. Más precisamente, tu negativa nos entra por una oreja y nos sale por la otra. Paso a explicarte.
Posibles hipótesis
El famoso axioma de que cuando la mujer dice “no”, en realidad, quiere decir “sí”, nosotros lo convertimos en una hipótesis de alto optimismo. Por ese motivo, siempre creemos que hay un “sí” al final del camino.
También hay muchos hombres que razonan de la siguiente manera: “Si pasó algo una vez, ¿por qué no va a volver a suceder?”. Esa es la clase de tipo con el que cometiste un desliz, después te quisiste matar y ahora arremete como loco. No advierte que una dama puede estar con alguien sin proyectar nada o que incluso salió defraudada del “encuentro”.
Preparate: este homo-densus puede atosigarte con mensajes de texto (al mejor estilo María Teresa, la del contestador del video Ni una sola palabra de amor), mandarte emoticones por Facebook apenas te ve conectada o proponerte vacaciones con todo pago a las Islas Seychelles (pero con él incluido).
Una cuestión cultural
Otro punto fundamental es que nosotros estamos acostumbrados, por cuestiones culturales, a ser los que debemos tomar la iniciativa en la conquista. Eso, tarde o temprano, nos endurece ante el rebote (como diría Nietzsche: “Lo que no te destruye, te fortalece”). Y siempre pensamos que la podemos remontar. Las chicas, a lo sumo, tiran una línea, ven que no picamos y se retiran rápidamente con su equipo de pesca.
Por otro lado, nosotros no registramos las indirectas. Si nos cortás con un “Mirá, tengo que trabajar”, pensamos que efectivamente tenés que trabajar, y no que tenés menos onda que el pelo de Johnny Allon. Tenés que saber que la consabida frase “no sos vos, soy yo” con la que despedís a un noviecito es un arma de doble filo. Él razonará que si sos el problema, es porque estás confundida. Entonces, permanecerá cerca hasta que aclares tus ideas. Resulta difícil, en este caso, hacerle entender que tus pensamientos son clarísimos y que no lo soportás más.
En general, el hombre con cierta autoestima cree que si le das la chance, te va a convencer de darle bolilla. Por eso insiste tanto con el famoso café en el bar de la esquina, donde podrá desplegar sus encantos y seducirte con las tres o cuatro frases filosóficas que se acuerda de la facultad. Ni que hablar si aceptás ir a un pub, en el que después de compartir unas cervezas, va a desatar su lujuria contenida.
Cierre no tan denso…
Cuando te hartes de la insistencia de ese muchacho, te sugiero que lo cites en el lugar que más te guste. Ahí, muy seria, decile que querés presentarle a toda tu familia, incluido el perro Pepe, a más tardar mañana, o que estás preocupada por un atraso, ya bastante prolongado. Acto seguido, con tu celular, sacale una foto de la expresión que haga con su cara, si es que todavía está ahí…
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