Uno de los grandes misterios de la humanidad es por qué los hombres no encaramos a las mujeres más lindas y las dejamos solitas con su alma, como si fueran el patito feo. Te lo explico, belleza Cosmo, ya que seguro habrás pasado por esa situación.
CAUSAS REVELADORAS
La primera explicación es la inseguridad – jamás confesada– de pensar en encarar a una dama que sentimos por encima de nuestras posibilidades. La impresión es que no estaremos a la altura de las circunstancias y que seremos rechazados, incluso, con algún empujón o con un llamado a la Policía.
Proyectamos qué pasaría en el hipotético caso de que semejante ejemplar se dignara a darnos bolilla, y las conclusiones de salir con una chica hermosa son aterradoras. Para empezar, nos moriríamos de celos por soportar las miradas lujuriosas de todos los hombres que se crucen con ella en la vía pública, con comentarios socarrones del tipo: “¿Qué hace con este paparulo?”. Y como resulta imposible pelearse con todo el mundo, solo nos quedaría agachar la cabeza y hacer oídos sordos a estas pullas.
Ni hablar del 99% de nuestros amigos, que estaría dispuesto a romper los códigos para estar íntimamente con ella en cualquier lugar, aun en el lavadero de nuestra casa. Todo eso dispara un gran estado de desconfianza.
Para colmo, además de proyectar ese posible sufrimiento, pensamos que tras dos meses de relación, se va a ir con otro mejor, y vamos a terminar yendo con nuestras penas a la iglesia de las trasnoches de la tele.
PIROPOS LEJANOS
Por eso, el hombre opta por el “antiencare”, que implica vociferar halagos por la calle, tipo piropos, o desde un auto. De esta patética manera, él hace de cuenta que intentó algo, y regresa a la casa con la conciencia tranquila.
También es verdad que el sujeto que se lanza a la conquista de la Diosa cae preso de los nervios. Eso provoca que diga las idioteces más inimaginables: “¿Sos de River o de Boca?”, “¿Trabajás o estudiás?”, “¿Las de Libra se enamoran de bagayos como uno?”, etcétera. O que se quede callado por miedo a meter la pata, lo cual tampoco suma. En fin, una catarata de acciones que lo harán salir eyectado (y confirmar que esa conquista era imposible).
Así, la mayoría preferimos apuntar a una chica “más terrenal”, con la que tengamos chances reales, sin competir con el género masculino de todo el país. Finalmente, nos resignamos a que la “modelo” luce mejor admirándola a la distancia.
Conclusión: habrás visto la publicidad del muchacho que balbucea pavadas delante de una belleza. Bueno, ella lo ayuda y completa esas frases que le quedan en el aire. Así podrías hacer con ese fulano que se cree menos que vos y no termina de avanzar. Ponele garra y fantaseá porque, parafraseando al novelista Marcel Proust, es mejor dejar a los hombres bellos para las mujeres sin imaginación…
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