sábado, 15 de febrero de 2014

Estrés... El verdugo de la belleza

¡Qué estrés! Una exclamación que no distingue color, edad, cultura, ni religión, pues encauzados como estamos en las autopistas rápidas de estos tiempos modernos somos presas fáciles de los estragos del estrés. Y los resultados se agrupan en una especie de colapso general que pronto derriba la propia salud, y con ello, la belleza.

Así que si está cansada, ansiosa, inconforme, soltando pelo como un gato persa y contando ovejas para dormir sin éxito, no podríamos decir que lleva una rutina precisamente apacible. La realidad es que cada vez son más las personas estresadas, y peor: las anteriores son apenas algunas de las maldades provocadas por este devorador.

Lo bueno es que una parte de sus víctimas dejaron de separar salud y belleza hace rato, porque así como altas dosis de estrés pueden causarnos graves enfermedades, también convierten en buen recuerdo la juventud de nuestro rostro y cuerpo. ¡Obvio!, si tenemos en cuenta la cantidad de hormonas que se alteran y las consecuencias de un coctel que resulta entonces explosivo.

Quítele la máscara

Gracias a la actividad que genera en el cerebro –incluso puede dañarlo permanentemente-, el equilibrio de nuestro reloj biológico se altera y comienza a mutar el funcionamiento del cuerpo. La sobreoferta de cortisol y adrenalina reduce nuestra capacidad de reflexión y puede generar cuadros fuertes de depresión. Mientras tanto, las hormonas asociadas al placer -como la serotonina, noradrenalina y dopamina- descienden en picada por una falta de control precursor de varias consecuencias.


Sin embargo, este desequilibrio es especialmente ‘condimentado’ por algunos hábitos, adoptados en la mayoría de casos. El sedentarismo y un exceso de confort y seguridad han convertido al cortisol y la adrenalina –amigas verdaderas de nuestros antepasados cavernícolas- en unas sustancias dañinas por no ser destinadas para lo que fueron creadas: huir o defenderse (o por lo menos no la mayoría de casos).

Pero debemos saber que el 10 por ciento de la población mundial lo padece en menor o mayor grado. Y eso amplía las perspectivas, pues pensar en millones de personas infelices en el planeta ya de por sí hace que uno se estrese.

Y para evitarlo…

- Sin apetito en la mesa y en la cama. ¡Sin duda una consecuencia terrible! La pérdida del deseo a menudo es una razón de peso para separar lo que Dios unió, y sobre todo en una época como la nuestra, podemos evitar llegar a ese punto y tratar de enmendarlo antes de que el estrés y la ansiedad acaben con nuestras ganas de comer y amar. Sabemos que no es fácil dejar atrás las responsabilidades del día, pero está demostrado que las personas que tienen sexo son más felices y envejecen menos.

- Una montaña rusa hormonal. Si el reloj biológico se altera, por supuesto se hace evidente en el ciclo menstrual. Por lo general, las mujeres sometidas a grandes dosis de tensión suelen sufrir amenorreas. Incluso aquellas que fueron toda su vida regulares dejan de serlo y hasta padecen de infertilidad.

- Bocas maltratadas. El estrés es un potente extintor de defensas y ese caso se evidencia cuando nuestra boca, dientes y encías se llenan de problemas. Por un lado, un aparato inmunológico débil puede manifestarse con aftas –úlceras pequeñas- en la boca; también con la inflamación de encías, pero con todas las condiciones dadas es normal que la placa bacteriana aumente produciendo gingivitis.
¿Y qué tal lo malo que resulta rechinar los dientes? Lo peor de todo es que suele ser un acto inconsciente, presente en el sueño y la vigilia. Más conocida como bruxismo, esta condición se presenta al manejar alto grados de tensión y puede desembocar en un problema mandibular y en un desgaste desastroso de los dientes.

- Un abanico de padecimientos. Como veremos a continuación, lo que pasa con la belleza es uno más de los tantos reflejos de un proceso interno. Migrañas, dolor de hombros y cuello, se convierten en un estado natural, y sin darnos cuenta, la mala postura nos complica el panorama.
Pero lo anterior se ve en las aguas pandas del asunto, pues en casos continuados de estrés, yacen en el fondo la hipertensión y su incidencia en problemas cardíacos, las úlceras, el síndrome del colon irritable y otros problemas digestivos. Igualmente existe el estrés alérgico, autor material de problemas como el asma y hasta cáncer.

Por supuesto, presentar alguna de las condiciones nombradas no es una situación agradable para nadie. Por eso debemos ser más responsables con lo que nos alimentamos – y eso incluye la información y nuestros hábitos laborales-. Por lo demás, evitar aislarnos es importante pues podremos relajarnos socializando.

Sentirse y verse bella

Si últimamente se le está cayendo el pelo aceleradamente, considere bajarle un poco a la velocidad de sus actos. Sufrir de alopecia pasajera o severa es una de las primeras señales de estrés, incluso se pueden leer niveles altos de cortisol en el pelo. Del mismo modo pasará con las canas, vivir bajo presión puede blanquearle el pelo a cualquiera, por eso convendrá consumir antioxidantes y vitaminas del complejo B a través de frutas, verduras y cereales.


Dado el cambio hormonal, el pelo se reseca, adquiere textura quebradiza y pierde todo su brillo. No es nada raro que se interrumpan las fases de crecimiento y no lo favorecemos con el uso de planchas y secadores.

No obstante, la cabellera no es la única reseca. La piel sufre las consecuencias más fuertes y de maneras diversas. Desde el acné hasta la psoriasis, pasando por las alergias y la dermatitis; todas ellas suelen desarrollarse en una vida sin bienestar. La piel es el órgano más grande del cuerpo y guarda una directa relación con el funcionamiento del sistema nervioso, por ello está expuesta a todo tipo de malestares.

Pero el rostro parece llevar la peor parte; estresarse es la mejor forma de envejecer 10 años en cuestión de semanas. Por eso recomendamos echar mano de ayudas cosméticas, al tiempo que trabajamos en acabar con la causa del problema. Arrugas, manchas, resequedad, falta de lozanía, son muchos los aspectos que suplir, pero tomar medidas en el asunto debe ser una respuesta rápida.

El acné es otra manifestación común, pues barros y espinillas debilitan la barrera cutánea haciendo el cutis más vulnerable a las agresiones del medio ambiente y los rayos solares. También influye en nuestra autoestima, y entonces el círculo vicioso se repite, ya que empeora entre más nos desesperemos.

Además, algunas veces la ansiedad se delata a través de acciones como comerse las uñas, un sinónimo de estrés que convierte sus manos en un desastre estético; eso, sumado a lo enunciado antes, dejará en muchos casos un aspecto demacrado y pálido, surcado por las ojeras y ausente de los colores de otros tiempos.

Muchas formas de ahuyentarlo

Está muy bien planificar y trazarse metas claras, pero la clave de la armonía radica en la capacidad que tengamos de recibir los acontecimientos de la vida con la mayor tranquilidad y humildad posible. Aceptar que no podemos controlar lo que nos pasa por completo es una buena forma de actuar con flexibilidad, así estaremos mejor preparadas para enfrentar la vida sin dejar de sonreír. De todas maneras, como algunos lo saben, hay muchas cosas por hacer. Lo primero es buscar un momento del día en que le convenga agregar actividades a su rutina como ejercitarse, pero hay herramientas para todos los gustos.


Relax, el máximo premio
Sonreír es una buena forma de soltar las tensiones en la cara. Carcajearse espontáneamente relaja todos los músculos, especialmente los de la mandíbula. Pero la tranquilidad suele ser un buen remedio y ser feliz es una de las fórmulas mágicas para estar más tiempo lindas.

- Un viaje olfativo

La aromaterapia es buenísima para relajarse. Usar aceites o esencias de plantas, como la lavanda, logra una sensación de frescura y fluidez. Incluso la menta es una buena elección debido a su maravillosa frescura envolvente.

Masajes, siempre una excelente idea
Las culturas ancestrales nos dejaron como herencia todo tipo de masajes, pues los consideraban indispensables para llevar una vida saludable. Hoy en día se reconoce su efecto positivo sobre la circulación de la sangre.
Uno muy sencillo: con la yema de los dedos, en las sienes. Es buena idea ejercer presión en estos puntos durante un momento para estimular la circulación de toda la cabeza.

Simplemente, respire
Aprender a inhalar y exhalar el oxígeno como se debe es una cuestión que no practica muy bien la mayoría de nosotros. Hay respiraciones profundas creadas precisamente para liberar tensiones y está en nuestras manos interesarnos por practicarlas.

Técnicas milenarias
Practicar yoga, meditar y visualizar lugares relajantes con los ojos cerrados son otras opciones. Después de cada sesión tómese un té verde, reconocido por su poder antioxidante y regenerativo celular.


Fuente: eluniversal.com.co

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