miércoles, 22 de octubre de 2014

El discreto encanto de la hipocresía

Cada cierto tiempo tengo la fortuna de tropezarme
con personas que aseguran que la virtud más importante es la honestidad.En vez de darles una bofetada y hacerles entrar en razón, sonrío y escucho con atención, porque sé que estoy frente a una hipócrita profesional. 

Cuando escuchas a hipócritas de verdad, no existen esas pequeñas señales que pueden revelar las mentiras, porque las líneas entre lo falso y lo real no existen para ellas. 

Pueden decirte que consideran que los valores cristianos son el amor y la tolerancia, pero un par de minutos después comentar que los homosexuales/negros/latinos/pobres/asiáticos/transexuales/enanos deben morir. Y no verán ninguna contradicción.
Admiro profundamente a los practicantes de la hipocresía porque se necesitan muchos talentos para dominarla a satisfacción.

La sonrisa franca, el estrechar de manos firme, el puñal listo

La principal cualidad del hipócrita es lo honesto que parece. Sus cualidades como actor deben ser entrenadas por años para dar halagos vacíos a gente que detesta con pasión. Si observas con atención, lo único que puedes objetar del hipócrita es que a pesar de lo mucho que quiere ser, aparentar es lo único que alcanza. Eso no es tan malo, ya que hay muchos que reciben sus salarios gracias a ser hipócritas y constantes en ello.

Capacidad de trabajar en paralelo

El balance que logra un hipócrita en su batalla por convencer a todos de ser mejor persona, tiene la curiosa ventaja de protegerle de la paliza que le espera a alguien honesto que tiene enemigos, porque siempre logrará verse como una víctima. Una persona honesta no tiene chance si las mentiras en su contra son suficientemente creíbles. Si su lucha es contra otro hipócrita, a los ojos del mundo son amigos del alma. Las sospechas sobre su integridad desaparecen cuando muere, porque nadie quiere verse como hipócrita al hablar mal de un muerto que no puede defenderse. Ser hipócrita te protege de ser juzgado.

Sabiduría para elegir amigos honestos (y mejor aún, crédulos)


Los profesionales saben rodearse de personas que creen ciegamente en lo que dicen… y que están convencidas de que lo que dice el hipócrita sobre sí mismo es la verdad. Los ataques del hipócrita siempre los realizan a través de sus mojigatos amigos que están dispuestos a lapidarte en público por ser una zorra. Aunque sus maridos sean los que estén teniendo sexo con la hipócrita. La lealtad no es algo que practiquen los hipócritas y tienen un gran porcentaje de éxito en salir impunes.

Los hipócritas son pilares de nuestra sociedad


Gracias a los hipócritas siempre tenemos miedo de lo que pensamos y sentimos. Todo lo que hacemos puede ser mal visto y comentado sin pausa por nuestros hipócritas más cercanos. Los hipócritas cumplen el rol de juzgar a la gente bajo estándares imposibles e ideales, de los cuales siempre hay algo que objetar. Gracias a ellos somos mejores personas, así sea porque nos aterra lo que lleguen a decirle a otros que piensan de nosotros. O te conviertes en uno de ellos y aprendes a dar halagos vacíos a cambio de la remota posibilidad de ascender socialmente.

Nadie sabe disculparse tan bien como un hipócrita


Cuando llega la hora de caer, el hipócrita siempre tiene las mejores cosas de las cuales disculparse. Mientras más conservador y moral pretende ser, más necesita revolcarse en letrinas para saciar sus vacíos. Mientras un vulgar mentiroso tiene que disculparse por algo falso, el hipócrita debe disculparse por tener sexo con niños, una colección de pornografía infantil, dos hijos bastardos, fotografías siendo dominado por transexuales, extorsionar una abuelita, entrenar perros para favores sexuales, falsificar firmas y usar tarjetas de crédito de su empresa para pagar miles de dólares por sexo virtual. Sus disculpas son sentidas y auténticas, porque ser descubierto es sólo el comienzo de crear una nueva imagen de víctima, es una oportunidad para fingir que está camino a la redención, porque ha sido débil, pero todo va a cambiar ahora.

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