viernes, 2 de septiembre de 2016

Cuando el amor lleva implícita la palabra “posesión”

No podemos olvidar que la necesidad de posesión en las relaciones es fruto del miedo al abandono. Antes de comenzar una relación debemos aprender a querernos a nosotros mismos.



¿Has identificado el amor con la posesión? Nos han enseñado que amar es poseer a la otra persona, obligarla a firmar un contrato lleno de límites. “Tú eres mío y yo soy tuya” es una frase que aún hoy día se escucha.

Una vez me dijeron que amar no era poseer, porque poseer no es amor. Aunque todos hemos caído en esta terrible creencia que, en ocasiones, nos ha llevado por un sendero mucho más complicado de lo que pensábamos.

Cuando el amor lleva entre sus cláusulas la palabra “posesión”, este puede convertirse en una de las peores experiencias de toda tu vida.

La posesión fruto del apego


La posesión no solo surge por cómo nos han enseñado a ver las relaciones amorosas, sino también por circunstancias y situaciones que nos ha tocado vivir y que nos han marcado de forma negativa.

Aquí te dejamos algunas realidades que pueden llevarte a sufrir de apego con la consecuente necesidad de poseer a la otra persona:

Has sido una persona muy insegura que teme perderlo todo, incluso a las personas que más quieres. Por eso, te aferras a tu pareja y la posees con el fin de que esto no suceda.

Desde pequeño has estado muy vinculado a tus padres. Ese apego se ha trasladado a todas tus relaciones amorosas.

Tienes ideas en tu cabeza sobre cómo debería ser una relación amorosa basadas en limitaciones, control y la necesidad de verificar la fidelidad de la otra persona.

Crees que para ser feliz necesitas poseer, solo así podrás estar seguro de que tu felicidad no se verá dañada de ningún modo.

Si te has dado cuenta, en todo esto has dejado tu felicidad en manos de tu pareja, por eso necesitas poseer, porque tu propia felicidad no la tienes tú, sino otra persona.

Dejar tu felicidad en manos de otra persona te convierte en alguien inseguro que no quiere tener dicha responsabilidad. No obstante, también te hace vulnerable, una persona a la que, sin duda alguna, harán daño sí o sí.

Posesión y felicidad

A veces no solo necesitamos poseer a las personas, sino también a las cosas. Imaginemos a aquellas que continuamente están comprando objetos que en realidad no necesitan. Creen que cuanto más tengan, más felices serán.

No podrían estar más equivocadas.

Los objetos son objetos, las personas son personas, y a ambos les hemos dado un poder demasiado grande. Creemos que poseyendo seremos más felices, pero ¿qué ocurre cuando esto no es así?

En vez de salir de esta gran equivocación en la que estamos sumergidos, nos hundimos cada vez más hasta el fondo, buscando encontrar a la persona ideal, aquella que se deje poseer.

Cuando la posesión se traduce en apego, nos hemos perdido a nosotros mismos. Hemos dejado de ser quienes somos, para pegarnos a ese alguien que creemos nos hará felices si no lo perdemos.

Deja volar a las personas que amas

A muchas personas les resulta tremendamente difícil comprender que para amar de verdad, deben dejar que la persona que está a su lado sea libre.

Si se quiere ir de tu lado, lo hará la poseas o no. Es más, a veces esa necesidad de posesión puede agobiar.

No podemos manipular a quien tenemos a nuestro lado, ni obligarlo a estar con nosotros. No tenemos ese poder.

Por eso debemos confiar, sobre todo, en nosotros mismos. Porque, como bien sabes, a la única persona que nunca podrás perder es a ti. ¡Siempre te tendrás!

Sabemos que a veces tienes miedo, quizás hayas vivido circunstancias que te hayan llevado a esa necesidad de posesión para evitar que te vuelvan a hacer daño. Sin embargo, las cosas tienen que cambiar.

Tu inseguridad y tu miedo pueden provocar que te envuelvas en relaciones tóxicas nada beneficiosas para tu relación de pareja.

Deja que los demás sean libres, que tu propia pareja lo sea. Y, sobre todo, sé responsable de tu propia felicidad y muéstrate seguro de ti mismo.

Recuerda que amar no es poseer, porque poseer no es amor, sino miedo, inseguridad y necesidad.

Fuente: Mejor con Salud

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