La autoestima es una palabra que parece conocida y común para todos, pero al mismo tiempo, complicada de describir y “encasillar”. En suma, es una combinación de dos palabras y de varios conceptos que se complementan.
¿Cuántas veces escuchamos este término tratado con tanta naturalidad y utilizado en diferentes conversaciones como una característica adherida al ser humano, por el simple hecho de serlo y que determina en gran medida la percepción que tiene la sociedad hacia la persona que la posee? La autoestima parece ser medida en niveles muy específicos, siendo los extremos “alta o baja” y dependiendo de esta categorización se desprenden una serie de características que colocamos sobre el ser humano en materia.
Comencemos por definir qué entendemos por autoestima. La palabra “auto” hace referencia a una actividad que se aplica un ser humano a sí mismo. La “estima” se refiere al cariño, al valor que se le da a una persona.
Por lo tanto, podríamos considerar a la autoestima como una actividad personal, propia e interna que al mismo tiempo tiene gran importancia para determinar el lugar que se tiene en una sociedad y qué se proyecta ante los demás.
Entonces, nos encontramos con estas dos características que contiene la autoestima; por una parte es algo que surge de uno mismo, en relación a uno mismo y con afectación en uno mismo y, por la otra parte, determina en gran medida el comportamiento y percepción del exterior y juega un papel importante en el rol que se juega dentro de la sociedad.
Para profundizar y encontrar el punto de unión entre estas y otras características de la autoestima, tomaremos en cuenta cuáles son los conceptos y palabras claves que siempre están cerca de la autoestima, cómo es el “valorarse”, “quererse a sí mismo”, “sentirse merecedor de”, “aceptarse” y sus antagónicos. Estos son algunos de los aspectos importantes que conviene ejercitar en los niños desde temprana edad para que puedan enfrentar mejor los retos que les depara la vida.
Con base en lo anterior, podemos considerar a la autoestima como una percepción propia que se tiene y que surge de conocerse a sí mismo, de evaluarse, y de acuerdo a eso saber de qué somos capaces y qué deberíamos obtener del mundo externo.
Los ejemplos que haya tenido una persona y cómo los haya introyectado, la forma en cómo valúa o devalúa sus características de acuerdo a cómo las valora su entorno y sus círculos más cercanos, serán determinantes para construir su “ideal del yo”, esto a su vez fijará qué tan acorde está de la meta, si la está alcanzando o no, dando como resultado lo que debería tener, cómo debería ser tratado y qué tanta estima o cariño merece.
A lo largo de su vida el ser humano está definiendo o redefiniendo lo que es y su valor toma en cuenta aspectos como género, edad, rol que ocupó en su familia, percepción del entorno social en el cual se desarrolló, entre otros.
Al igual que la mayoría de los procesos de la psique, el fenómeno de la autoestima es algo en constante movimiento, no permanece estático y se va modificando de acuerdo al desarrollo del ser, de la etapa en la que se encuentre y de lo que logra identificar en sí mismo.
Es decir, el ser humano puede tener una autoestima alta o baja dependiendo de la imagen que tiene de él mismo en ese momento de su vida, sin embargo, lo que podría contribuir a una salud mental sería una evaluación y una estimación equilibradas, donde se logre tener una percepción completa, es decir, unir la parte del ser humano que tiene deficiencias, errores e insatisfacciones, con esa parte placentera que valora adecuadamente las características del ser.
La formación de la autoestima y por consiguiente el autoconocimiento contribuye a la formación de la identidad. Sin duda, como una característica inherente al ser humano, los valores y parámetros que conforma la autoestima van evolucionando, la valía de una persona se basa en conceptos que permanecen o que van mudando.
En conclusión, podemos decir que la autoestima de una persona se forma tomando en cuenta los diferentes núcleos que conforman la vida de un ser humano, el núcleo social, familiar, laboral y aunque es un proceso que el individuo realiza de manera individual va a reflejarse en su comportamiento dentro de los grupos y determinará la forma en cómo percibe el mundo.
Fuente: De10
Comencemos por definir qué entendemos por autoestima. La palabra “auto” hace referencia a una actividad que se aplica un ser humano a sí mismo. La “estima” se refiere al cariño, al valor que se le da a una persona.
Por lo tanto, podríamos considerar a la autoestima como una actividad personal, propia e interna que al mismo tiempo tiene gran importancia para determinar el lugar que se tiene en una sociedad y qué se proyecta ante los demás.
Entonces, nos encontramos con estas dos características que contiene la autoestima; por una parte es algo que surge de uno mismo, en relación a uno mismo y con afectación en uno mismo y, por la otra parte, determina en gran medida el comportamiento y percepción del exterior y juega un papel importante en el rol que se juega dentro de la sociedad.
Para profundizar y encontrar el punto de unión entre estas y otras características de la autoestima, tomaremos en cuenta cuáles son los conceptos y palabras claves que siempre están cerca de la autoestima, cómo es el “valorarse”, “quererse a sí mismo”, “sentirse merecedor de”, “aceptarse” y sus antagónicos. Estos son algunos de los aspectos importantes que conviene ejercitar en los niños desde temprana edad para que puedan enfrentar mejor los retos que les depara la vida.
Con base en lo anterior, podemos considerar a la autoestima como una percepción propia que se tiene y que surge de conocerse a sí mismo, de evaluarse, y de acuerdo a eso saber de qué somos capaces y qué deberíamos obtener del mundo externo.
Los ejemplos que haya tenido una persona y cómo los haya introyectado, la forma en cómo valúa o devalúa sus características de acuerdo a cómo las valora su entorno y sus círculos más cercanos, serán determinantes para construir su “ideal del yo”, esto a su vez fijará qué tan acorde está de la meta, si la está alcanzando o no, dando como resultado lo que debería tener, cómo debería ser tratado y qué tanta estima o cariño merece.
A lo largo de su vida el ser humano está definiendo o redefiniendo lo que es y su valor toma en cuenta aspectos como género, edad, rol que ocupó en su familia, percepción del entorno social en el cual se desarrolló, entre otros.
Al igual que la mayoría de los procesos de la psique, el fenómeno de la autoestima es algo en constante movimiento, no permanece estático y se va modificando de acuerdo al desarrollo del ser, de la etapa en la que se encuentre y de lo que logra identificar en sí mismo.
Es decir, el ser humano puede tener una autoestima alta o baja dependiendo de la imagen que tiene de él mismo en ese momento de su vida, sin embargo, lo que podría contribuir a una salud mental sería una evaluación y una estimación equilibradas, donde se logre tener una percepción completa, es decir, unir la parte del ser humano que tiene deficiencias, errores e insatisfacciones, con esa parte placentera que valora adecuadamente las características del ser.
La formación de la autoestima y por consiguiente el autoconocimiento contribuye a la formación de la identidad. Sin duda, como una característica inherente al ser humano, los valores y parámetros que conforma la autoestima van evolucionando, la valía de una persona se basa en conceptos que permanecen o que van mudando.
En conclusión, podemos decir que la autoestima de una persona se forma tomando en cuenta los diferentes núcleos que conforman la vida de un ser humano, el núcleo social, familiar, laboral y aunque es un proceso que el individuo realiza de manera individual va a reflejarse en su comportamiento dentro de los grupos y determinará la forma en cómo percibe el mundo.
Fuente: De10
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