lunes, 24 de noviembre de 2014

Cortala con la culpa

Te sentís responsable por tooodo lo malo; incluso, por lo que no provocaste. Llegó la hora de liberarte de esa condena.

Es un viaje de ida, que va desde lo razonable hasta lo absurdo: estás triste por haber discutido con tu mamá, te sentís mal por comer un alfajor delante de una compañera de oficina que está a dieta o te querés matar porque tu mejor amiga rompió con su novio y no podés correr a consolarla. “Las mujeres somos para otros. Crecemos en medio de la culpa y de la autocompasión, y aprendemos el desprecio por nosotras mismas”, asegura la psicoanalista Liliana Mizrahi, autora del libro Las mujeres y la culpa. Diversos estudios señalan que las chicas somos mucho más proclives a reprocharnos por lo que decimos, por lo que hacemos o pensamos que los varones. Ojo: no quiere decir que ellos nunca sientan culpabilidad, pero eso sucede cuando realmente han cometido un error. Según los especialistas, la culpa es una de las emociones más tóxicas. “Para aminorar ese sentimiento, inconscientemente se busca un castigo”, dice la psicoanalista Mónica Cruppi, de la Sociedad Psicoanalítica Argentina. Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Manchester (Reino Unido) asegura que la culpa puede enfermarte mental y físicamente: si no la tenés en cuenta ni la tratás adecuadamente, quizá derive en depresión. Entonces, conviene que te saques a tiempo esa carga de encima.

“Soy una mala amiga”
Los varones jamás se sienten mal por no llamar ni ver a un amigo, mientras que para nosotras es imperdonable ausentarnos de la vida de nuestra hermana del alma, especialmente si ella atraviesa un momento complicado. Los expertos aseguran que, a menudo, la culpa es la máscara de otras emociones. Por ejemplo: estás mal por no haberle prestado dinero a una amiga que es adicta a las compras, pero es posible que ese sentimiento oculte tu deseo de no ser la muleta financiera de ella. Entonces, planteate: “Si dejo los remordimientos a un lado, ¿qué siento por no haberle prestado dinero?”. Si la respuesta es “alivio”, asumí esa verdad. “Es bueno ser protectora y generosa. El conflicto aparece cuando creés que cuanto más das, más buena sos. Las mujeres que sufren de culpa tóxica tienden a ser excesivamente dadivosas, hiperresponsables, se esmeran por complacer a otros y quieren ayudar a todos”, asegura la coach Susan Carrel, autora del libro Escaping Toxic Guilt: Five Proven Steps to Free Yourself from Guilt for Good (Escapar de la culpa tóxica: cinco pasos eficaces para liberarte de la culpa para siempre).

“Le fallé a mi novio”
Ubicá todo en perspectiva. Supongamos que no quisiste acompañar a tu chico al cumpleaños de su jefe porque salistecansada del trabajo, y ahora te sentís mal por tu decisión. Pensá qué peso va a tener esta borrada dentro de cinco años. 99,9% de posibilidades que ninguno. No te maltrates con la culpa. Si te olvidaste de llevar a la tintorería el traje que él pensaba usar en una entrevista laboral, en vez de torturarte, tratá de descubrir el motivo. Seguramente la causa real sea que estás estresada, desbordada y con la cabeza en mil cosas, así que sé amable con vos. Disculpate con él y descansá. Después, pensá qué podés hacer para compensar la metida de pata. ¿Qué tal un spa para dos? También es importante que establezcas límites para frenar las demandas exageradas de los otros. Eso implica decir “no” y estar preparada para la reacción negativa ajena. “El gran desafío es correrte de lo que los demás esperan de vos y hacerte cargo de lo que deseás”, dice Carrell.

“Rompí la dieta y falté al gym”
Nunca hubo tanta presión sobre la apariencia física como ahora. Algunos expertos consideran que la nutrición sana es la nueva religión. “Ella impuso la dictadura del‘deber’ en la alimentación, cercenando lo gratificante de la comida”, afirma el psiquiatra Harry Campos Cervera. Reemplazá la culpa por la responsabilidad. Establecé un plan para no repetir lo que no te gusta o lo que te perjudica. Si faltaste a tu primera clase de gym de la semana, no des todo por perdido: andá a las que restan. Después de romper la dieta, retomala. Además, durante tres días, llevá el registro de lo que comés: anotá lo que ingerís y cómo te sentís en ese momento. Después, analizá qué es lo que más se repite. La idea es ver si detrás de tus desbarajustes no hay un tema emocional que “solucionás” con comida.

“Derroché mis ahorros en una cartera”
La psicóloga Karen Pinen, profesora de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido), explica: “Las mujeres tenemos una relación emocional con el dinero. Cuando nos sentimos estresadas o deprimidas solemos ir de compras en búsqueda de una gratificación”. ¿Cediste a la tentación del shopping y ahora estás arrepentida? Pinen recomienda: “Desactivá la culpa. Si tus finanzas personales están en orden, es bueno que te premies con algún objeto que quizá no necesites, pero que te dé placer. Cuando lo hagas, decí:‘Yo me lo merezco y me hace sentir bien’. En caso de que no tengas control sobre tus gastos, los reproches no son de gran utilidad. Conocé el origen de este desorden y trabajá en él”.

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